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Los nada

  • David Zavala
  • 18 abr 2013
  • 3 Min. de lectura

Al mejor estilo de la revolución francesa la vida sigue girando bajo los mismos valores, manteniendo iguales ideales. Pero también, lamentablemente, conserva los mismos grupos de personas, etiquetados virtualmente según su pensamiento, según su comportamiento, de acuerdo a las decisiones que toman, a los líderes que siguen. A lo que hacen. A lo que son.

Pero no me refiero a los grupos creados y separados entre sí por la existencia de los capitales sociales, culturales ni tampoco económicos, por lo menos no esta vez.

Sino que me refiero a algo mucho más profundo, aunque depende desde donde se lo mire. Como todo. Me refiero a los grupos creados por el pensamiento, por la actitud frente a las cosas, y en este caso debo decirles que siempre hay tres grandes sectores: Los extremos y el medio.

Por empezar debo citar a la revolución con la cual encabecé este escrito: La revolución francesa, como todas las revoluciones, tuvo al poder absoluto de un lado, a unos locos débiles revolucionarios del otro y a los nada en el medio.

En la política están los oficialistas, los opositores y los indefinidos. En el futbol están los fanáticos, los que no quieren saber nada y los que miran los partidos de la selección únicamente, y en la iglesia, desde la época de Jesús estos grupos también estaban. Los judíos que prefirieron no tener problemas con el Cesar y ser afines a los intereses de la Roma, los que decidieron seguir a Jesús, el revolucionario de la época, (también existían los celotes) y los que solo estaban, rellenaban, existían, solo eso.

Nos separan 2013 años del nacimiento más importante de la historia y poco menos de 2000 años del acto de salvación hecho por Jesús hacia la humanidad. Pero estas tres posturas siguen intactas. Siguen estando. Y no hay intención de hacerlas desaparecer.

Para sincerarme con ustedes debo decir que me puede el evangelio romántico. El poético. El que prefiere resaltar el amor y no la ley. El que predica un poco más al Dios de la paz y no tanto al de guerra. El misericordioso y no el castigador.

Me gusta el evangelio que se cuenta en las calles por sobre el que se ora en los templos, y hablando de templos prefiero al solemne y no al griterío santo. Pero son solo gustos. Aunque sentía justo contarles para que entiendan mi postura, ustedes hermanos míos que festejan este tiempo de pascuas tanto como yo, que sienten que sin las pascua de la cruz la navidad se reduciría a la nada misma.

Entonces es el momento propicio para soltarles de una vez por todas, mi teoría.

Llevo escritas no sé cuantas palabras para justificar algo que voy a empezar a refutar en este mismo momento. Es que la iglesia actual no es igual a todo. Es que nuestro pueblo se ha encargado de hacer desaparecer uno de estos grupos.

Al igual que un desactivador de explosivos que se equivoca de color en el cable que corta, le pifiamos al sector que eliminamos. No era este. Definitivamente no.

El sector que debía desaparecer era el de los “nada”, el de los indefinidos, el de los tibios. El de las sillas blancas. Pero no. Destruimos un extremo. Pero con tan mal tino, que destruimos el extremo que representaba a la contra cultura, a la revolución santa, a los practicantes del estilo Jesús, y no a los otros. A los “malos”. A esos no. A esos los dejamos. Los adoptamos.

Y si por esas cosas, algunos de nosotros era de ese grupo, de los buenos, le conseguimos una silla blanca y lo trajimos a vivir al país de los tibios, de los nada. De los que hablan, de los que gritan. Pero de los que hablan y gritan dentro de un templo para que nadie los pueda oír. Para que nadie los pueda contradecir. Para no ser puestos a pruebas, para que nadie pueda convencerlos de los que no quieren ser convencidos.

Pero siendo sincero, debo decirles que hasta ahora ni el evangelio romántico ni el evangelio guerrero, el de los gritos, han sido capaz de conseguir algo importante. Es que las instrucciones son claras, la gran comisión consta de pasos ineludibles, obligatorios. Y más allá del enunciado con que practiquemos nuestra vida cristiana debemos cumplirlos.

Cada vez somos más sillas blancas ordenadas en fila para ver el show. Cada vez son más los del extremo oscuro. Cada vez es más la incertidumbre dentro de los nada. Los que no hacen nada. Los que critican. Los que juzgan.los que se salvan solos. Los que no se meten. Los nada. Los que no quieren predicar al Dios de Jacob. El de hoy, el mismo que ayer, el mismo Dios que el de Isaac y de Abraham pero actual. El de Jacob. Esos que toman asistencia en cada reunión. Esos que levantan las manos cuando el pastor los mira. Los tibios. Los nada.

 
 
 

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